viernes, 24 de abril de 2020

Diario de los colores





20 de Marzo 2020. Inicia el simulacro de aislamiento en Bogotá y empieza el miedo.

Azul
No diré que sé exactamente qué escribir en este diario, pero mi experiencia inicial de confinamiento no fue buena, pelea iba, pelea venía. Eran mis primeros días en el apartamento en que vivo, como también en Usaquén, como también con mis roomates, que hasta el momento, no pasaban de ser los conocidos de una amiga. 

Buscando la manera de sentirme cómoda en un sitio, el aislamiento me hizo una invitación prácticamente imperativa a sobrevivir en un lugar desconocido, con personas desconocidas, y pensándolo bien, tal vez era eso lo que necesitaba, era nuevo, todo era nuevo para mí, esta vez yo tenía que ser suficiente y bastante para mí misma. Por esto, la pandemia ha sido algo secundario para mí, no porque no la considere grave e importante, pero es el, (mi) pretexto perfecto para re-hacerme, para ver el miedo a los ojos, porque pese a todo, estar con, depender enteramente de sí misma, siempre, luego de que cesa el pánico, da algo de calma.

Verde
A ciegas me mudé al apartamento, y a ciegas me agarró el aislamiento, pues acababa de caer en la peor situación económica y emocional de toda mi vida. Sin embargo, el espacio me resultó ameno, estaba con personas amables y con la tranquilidad de tener un sitio para vivir el confinamiento sin ninguna restricción. Sin embargo, el simulacro fue el único tiempo en que estuve acompañada de mis compañeros, pues, una vez se decretó la cuarentena oficial hasta el 13 de Abril, mis roomates se fueron de la ciudad a pasar el aislamiento con sus familias. Yo decidí quedarme en el apartamento a pasar toda la situación sanitaria, aunque sabía que la soledad me pegaría duro, quise hacerlo, lo sentía prudente conmigo misma.

Días después, una de mis mejores amigas, que de hecho vive muy cerca de mi apartamento, decidió venir a quedarse unos días conmigo, no obstante, los días se fueron alargando y ella tomó la decisión de pasar el resto de la cuarentena aquí, esta temporada se convirtió en la pijamada eterna que tanto deseábamos hace un tiempo. Es por esto que me he referido a este acontecimiento como un espacio de destrucción y reconstrucción. No me refiero a la destrucción en una acepción negativa, sino como la destrucción de muchos complejos y de la impotencia que desde hace tanto tiempo acompaña mis acciones y comportamiento.

Sentirme(nos) segura(s) y reflexionar es lo que he podido extraer de este tiempo aisladas, pues me doy cuenta de que siempre hemos estado aisladas, confinadas, sin darnos cuenta porque antes podíamos salir, pero esta vez, aunque se trate de un confinamiento mundial, las mujeres siempre hemos estado confinadas, y esta situación, aunque parezca estar pensada para el bienestar de todas, acentúa la violencia hacia nosotras.

Rojo
Días antes de que llegara mi amiga, tuve un episodio de histeria fuerte producido por la soledad y la sensación de impotencia y frustración de no poder hacer algo por mejorar mi situación económica y emocional, pues estaba además de todo, lidiando con una ruptura. El episodio no tuvo mucha duración y logré sentirme tranquila pronto, pero de pronto sucedió algo extraño. Llegó la policía a mi apartamento, lo primer que sentí fue miedo porque no sabía de qué se trataba, seguidamente abrí la puerta y hablé con el agente, quien me preguntó por la persona con quien supuestamente, yo había estado peleando, a lo que respondí que no estaba peleando con nadie. Los dos policías que escoltaban la puerta quedaron un poco desconcertados, así que me pidieron unos datos y se fueron, pero el evento me dejó muy asustada, pues, teniendo en cuenta las últimas noticias de las que me había enterado, creí que intentarían agredirme.

Así que sí, lo único que sentí y pensé fue que realmente este encierro lo que hacía con muchas de nosotras era ponernos en un riesgo enorme frente a la violencia de género, por esto es que he empezado a considerar la compañía y la amistad de una forma particularmente valiosa. En medio de todo, de la incertidumbre, del miedo y de la carencia, hay cosas, personas y sucesos que rescatan, que hacen de este confinamiento un acontecimiento restaurador.


Pinto por gusto, y eso, sin pensarlo me ha llevado a solucionar varios inconvenientes estos últimos días. Dicen por ahí que del arte nadie vive, y seguro hay casos en que esa afirmación resulta cierta, pero por lo pronto, esos lienzos han salvado mi supervivencia y mi tranquilidad, y por qué no decirlo, también un poco de autoestima. Y así, de día en día, de noche en noche, las horas se hacen frescas y agradables, todo un tiempo onírico de preparación para volver a enfrentar el rigor citadino de la supervivencia. Este es el diario de los colores, no sólo porque cada color dé cuenta de una emoción, sino porque son los colores los que me representan en este confinamiento, los que han simbolizado el paso tiempo del encierro desde mi perspectiva y mi experiencia.