En el transcurso del
seminario, y concretamente, durante la realización de mis diarios, experimenté
una serie de emociones que más que ser constantes, siempre los relacioné con
distintos conceptos que de hecho se manejaron en los contenidos desarrollados en
el curso. Para empezar, en mi primer diario, la emoción que más me embargó fue
la de incertidumbre y miedo. En mi segundo diario logré describir un
sentimiento distinto, que fue la reconciliación conmigo misma. Mi tercer diario
fue una expresión de la rabia y la indignación. El cuarto lo escribí mientras
experimentaba la sensación de un equilibrio un poco torpe en el modo como
estaba resolviendo mi vida. En el quinto expresé la nostalgia de sentirme
aislada de todas las personas que amo, y para finalizar, el sexto fue en cierto
modo una manifestación de ira, pero no una ira ciega, sino más bien, una
resignificativa, lo que me recuerda un poco a la consigna “La digna rabia” que
por cierto arengué durante la marcha Trans del 5 de julio.
Aunque las emociones que
desarrollé en cada diario no son las mismas, no son muy distantes, y todas
giran alrededor de un par de conceptos que me han hecho reconsiderar y
deconstruir mucho de mí misma, como también, aprender y aprender mucho en
concomitancia con los contenidos del seminario, pues, aunque a veces cuesta
trabajo enlazar la vida personal con la académica, este no fue el caso para mí.
Este seminario, más que ser o significar un logro académico en mi recorrido por
la carrera, fue un punto clave de consolidación de mis posiciones políticas,
personales y éticas, que independiente de su carácter académico, tuvieron un
efecto, valga la redundancia, afectivo restaurador de mí misma como mujer de
derechos, como mujer que siente, como sujeta política, como amiga de mis amigas,
de mi hermana, de mi mamá y sobre todo de mí misma. Por esta razón, es que no
puedo ver el seminario solamente como una materia más registrada en el Sigan.
Los conceptos en los que
más identifico mis emociones y pensamientos manifestados en los diarios son, libertad, cuerpo, mujer y violencia.
Estos, aunque no encasillo uno por uno según el diario o el sentimiento
experimentado en cada uno, se debe a que en todos, en distintas medidas estos
conceptos se hicieron presentes, es decir, son transversales a mi experiencia
en cada episodio relatado.
Libertad: asocio este
concepto primordialmente al diario uno y al sexto, pues, aunque en el primero,
lo que más experimente fue la incertidumbre, el miedo y la ansiedad, sentía que
eran emociones propias de la experiencia de salir sola y a tientas al mundo de
la independencia. Ciertamente, aunque la
palabra independencia suele elogiarse mucho y relacionarse con la realización
de sí mismas, en mi caso, no fue una decisión voluntaria. Yo no salí del nido,
en palabras de mi mamá, por decisión propia o por la convicción de sentir que
era el momento de partir, este, para mí fue un acontecimiento violento a nivel
psicológico. De un momento a otro perdí la pequeña estabilidad que tenía, y no
fue fácil levantarme de eso, por esto, el concepto de violencia hizo su
presencia en este episodio, y por ello, me refiero a estos conceptos, como
conceptos transversales a mi experiencia.
Ahora, tal como lo
mencioné con anterioridad, el concepto de libertad también lo asocio al último
diario, pues, aunque ya no estaba en la cumbre de la ansiedad y la
desesperación, estaba en pleno momento de hacer uso de mi derechos de exigir, y
no solo de exigir sino de reconocer todo aquello que me pertenece por derecho, y asimismo, todo
aquello con lo que hoy cuento y no contamos las mujeres y los cuerpos
marginalizados. A esta experiencia aúno el concepto de cuerpo, pues en este
caso lo que intentaba hacer ver en la/mi protesta era esto, mi cuerpo y el
cuerpo de mis compañeras violentadas por el estigma cargado de prejuicio sobre
nuestros cuerpos.
Me reconozco como mujer,
y hasta me resulta extraño el concepto, porque es muy amplio y muy complejo,
tanto así que mi sola experiencia, no es suficiente para caracterizarlo. Sin
embargo sí, me identifico como mujer y como cuerpo de mujer, mujer sexuada,
mujer con derechos sobre sus procesos sexuales y reproductivos, y también, como
mujer ciudadana, con derechos y con luchas justas por su dignidad y la dignidad
de todas las mujeres a su alrededor y del mundo. Sin embargo, sabemos que ser
mujer, que identificase como tal, es también saber que hay violencias
particulares que me afectan y nos afectan en tanto nos identificamos como
mujeres, pues, jamás va ser lo mismo ser hombre que ser mujer.
Así bien, las preguntas
que me surgen a partir de los conceptos que he mencionado, son ¿Cómo sentirse
libre siendo mujer? Y ¿Qué hace que unos cuerpos sean susceptibles a la
violencia y otros no? Para dar respuesta a esta pregunta, me parecer pertinente
mencionar a Donna Haraway, una filósofa, que por cierto no es solo filósofa,
que ha realizado un trabajo muy interesante sobre el papel de las mujeres y en
concreto, sobre los cuerpos marcados al interior de ejercicios de poder opresores
y violentos, perpetrados y justificados bajo discursos científicos totalizantes
y hegemónicos, que por otra parte, se irresponsabilizan de las consecuencias
silenciadoras y excluyentes de sus discursos.
En lo personal, dado que
tuve la oportunidad de leer ampliamente a esta filósofa, me place decir que me
encuentro de acuerdo con muchas de sus nociones y de su propuesta para una
teoría científica incluyente y responsable, que no opaque, que no parcialice y
sobre todo, que no violente a ningún grupo ni humano ni no humano. Haraway
explica muy bien la cuestión concerniente a la marcación de los cuerpos, que
por el hecho mismo de ser marcados, son los cuerpos escogidos para ser
dominados y violentados en favor de una élite patriarcal, militar, capitalista
y científica, que por el hecho de ser élites, queda claro que ostentan a una
aprobación mundial de sus métodos, posiciones y prácticas.
Intento establecer una
relación entre el concepto cuerpo, que es uno de los que más siento presente en
mis diarios, y el contenido visto en el seminario. Pues, para mi la experiencia
concreta en el curso, siempre estuvo aunada a mi experiencia personal, en este
sentido, encuentro la lectura, no sólo de Haraway, muy a propósito de mis
intereses y mis sentires, sino también la lectura de Rosi Braidotti en Metamorfósis,
texto del cual recuerdo un pasaje interesante, y es la maternidad como uno de
los más notables lugares de captura de las mujeres (p. 40) Aunque en mis
diarios, no hablo de la maternidad, considero que esta, al tener su lugar en el
ámbito corporal de las mujeres, me resulta útil para expresar que el cuerpo de
las mujeres, siempre ha sido considerado, en mis palabras, el territorio de
disputa del patriarcado, donde la disputa se traspasa de un interés a otro,
pero siempre responde a un interés de dominación. Es el territorio donde los
sueños y deseos del patriarcado se hacen realidad, deslegitimando toda opinión
o todo ejercicio de poder de las mujeres sobre sus propios cuerpos.
Sin embargo, encuentro
importante resaltar que aunque escribo sobre el cuerpo de las mujeres y sobre
las mujeres, esta problemática de marginalización y marcación de los cuerpos no
recae únicamente sobre nosotras, sino también sobre la generalidad de los
cuerpos excluidos, sin embargo, una característica que si es compartida entre
las mujeres, sus cuerpos, y los cuerpos marcados en su generalidad, es la
feminización que se adjudica a los cuerpos que no son escuchados ni respetados.
Considero que aunque hay varias razones para que un cuerpo sea marcado y excluido
dentro del sistema capitalista patriarcal, estos cuerpos invisibilizados,
suelen asociarse con una feminidad débil, pasiva y paupérrima. Personas de
escasos recursos, personas de color, personas con diferentes identidades
sexuales y de género, la naturaleza, los animales y demás, son los principales
blancos de la exclusión ejercida por el sistema hegemónico capitalista y
patriarcal, donde la exclusión, desde mi punto de vista, no se da por el simple
ejercicio de retirar determinados grupos del debate sobre sus cuerpos y sus
derechos en el presente, sino que son vetados en toda esfera temporal, pasado,
presente, futuro, de ejercer sus derechos.
Para finalizar, quiero
expresar que este seminario, me sirvió de terapia para sobrellevar un poco más
la vida en estos momentos de encierro y angustia. Los contenidos que manejamos
lejos de ser ajenos a los interrogantes que me formulo, me sirvieron para
ampliar el panorama y considerar nuevas posibilidades de acción y resistencia
al sistema y a la cultura que justifica la violencia como una característica
natural del comportamiento humano. Porque estoy cansada de ese discurso, estoy
cansada de escuchar que no tengo más opción que resignarme a ser eternamente
violentada, y a parte a felicitar a todo aquel que no me violente tanto.
También encuentro de gran provecho este espacio en la medida en que de alguna
manera me llenó de fuerza para seguir exigiendo, pues para mí siempre fue complicado
asumir, asumir la vida y asumir mis propias luchas. Ser consciente de que puedo
aspirar a construir lazos, vínculos y relaciones afectivas con mi entorno, y
reconocer en él no solo un carácter humano, sino saber que puedo ser amiga del
cielo, de mi gata, de las plantas, del planeta. Termino este seminario y
empieza una nueva etapa en mi vida, pero esta vez se trata de un cambio que sí
elegí, que si quise y que pienso sostener.
Le agradezco este espacio
a todos y todas mis compañeras, incluyendo a la profesora. Pues aquí pude notar
el gran potencial que tenemos todxs como docentes en formación y como seres que
se construyen y construyen a los otros. Me sentí acogida, me sentí tranquila de
expresar lo que sentía en todo momento sin temor a recibir una opinión agresiva
por parte de algún participante. Por eso, les agradezco gigantemente, y más que
nada, porque me sentí autónoma y me demostré que si podía. De esta manera,
respondo y me respondo, ¿Cómo sentirse libre siendo mujer? Es difícil responder
esto, pero recordando a Haraway y la dinámica del seminario, pienso que una
puede sentirse libre a partir de la expansión de nuestros lazos,
desterritorializándolos de la convencionalidad de los vínculos que se suelen
construir. Ser mujer no es fácil, mucho menos en Colombia y muchísimo menos en
pandemia, pero en este compartir de experiencias, y extensión de los afectos,
encuentro esa libertad, que no es fácil de lograr y ciertamente no todas
estamos en condiciones de construir, pero si es una alternativa y un modo de
supervivencia que reivindica nuestra sensibilidad, nuestro proceso de
construcción y desconstrucción, y nuestro ser mujer.
Les comparto
esta canción, que seguramente muchos y muchas ya conocen, pero lo hago con la
intención de animarles e invitarles a recorrer un poco más los caminos
salvajes y disfrutarlo. Pues ser uno o una misma y defenderse de las críticas y
los estigmas en esta cultura y en este sistema, casi siempre supone un reto.