HOY
FUI A MERCAR
Hoy
fui a mercar, me levanté temprano, hice mi desayuno, y me dispuse a bajar a la
principal. Estando en la calle principal del Codito, me percaté de que había
una persona caminando atrás mío, sin saber quién era, paré y le dejé continuar,
esto lo hago porque todos los días desde que salga de mi casa, estoy expuesta
al acoso callejero, por donde vea y camine hay algún hombre que me está mirando
las tetas o el culo, tampoco falta el que se acerca demasiado para intimidar y
sigue de largo. Me gustaría que el tapabocas literal les tapara la boca a
muchos hombres que cogieron de costumbre acosar a las mujeres, pienso que ni en
estas épocas donde todo parece ser muy crítico, pueden tener un poco de
respeto.
Llegué
al líchigo donde menos mal tienen paqueticos de mil pesos y de dos mil pesos,
donde vienen tomates, manguitos, plátano, guayabas y así con el alimento que
tengan. Me gustan mucho estos paquetes de mil y dos mil, ayudan a mi economía,
pero tampoco dejo de pensar en que, si yo estoy comprando esos 5 tomates a mil
pesos, ¿cuánto le pagaron al campesino por su cosecha?
En
fin, compré tomates, plátanos, unas cebollas, pimentón y unas gulupas para el
jugo. El tapabocas me incomoda mucho, salir al barrio y escuchar el bullicio me
hace exasperar un poco, sigo bajando otro poco y encuentro el supermercado,
compré arroz, leche, y otras cositas para comer.
Tanto
en el líchigo como en el supermercado tenían un frasco de alcohol para que cada
cliente se desinfectara antes de entrar, en el ambiente, desde que empezó el
confinamiento, se siente turbio, las personas están predispuestas todo el
tiempo con la otredad. Puedo y me permito pensar que esa mezquindad se da,
claro está, por el miedo al contagio, bueno, pues esa misma mezquindad es la
que siento con cualquier hombre desconocido que me cruzo en la calle, desconfío
siempre porque antes confié y violada terminé.
La
reflexión de hoy para mí misma es que quisiera poder sentir más tranquilidad,
quisiera que el amor abundase para que nadie hiciera el mal, pero la realidad
nunca será así, entenderlo y hacer las cosas bien haciendo lo mejor que pueda
para el bien de todas las personas. No quisiera más sufrimiento, pero la vida
tiene de todos los matices, unos más acentuados que otros y más en un país como
Colombia.
Llega
la noche y con ella la luna, que me abraza, me susurra y me hace suya para
poder dormir y volver a empezar el siguiente día.
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