De antemano me disculpo por la fecha de publicación de este comentario, espero que pueda ser fructífero todavía. Con anterioridad había tenido acercamiento a la ponencia del compañero, como también al texto de Haraway "Antropoceno, Capitaloceno, Plantacionoceno, Chthuhuluceno" donde me encontré con una duda, que en concordancia con el ponente, corresponde a, ¿Cuántas conexiones falta consolidar para volcar el agresivo paradigma económico de un discurso aterrador y vigente?
Intentando dar una respuesta aproximada a este interrogante, desde mi punto de vista, en compañía de las respectivas lecturas, veo este Antropoceno, o como la misma autora insiste en llamar, Capitaloceno, el eje fundamental de la pregunta del compañero. Considero este Capitaloceno, no solamente como la etapa planetaria del efecto negativo de los humanos sobre la tierra, sino como el hábitat natural que ha estructurado nuestros modos de interacción y conexión con lo otro. Cuando menciono el hábitat natural, me refiero al medio de supervivencia humana, e irónicamente muerte, al que se ha acogido nuestra vida y nuestra propia existencia. Si bien, retomando el texto de Cyborgs, ciencia y mujeres, de Donna Haraway, no se trata de escapar al sistema, pues prácticamente no es posible, se trata es de encontrar nuevos modos de ser y de existir en él.
El panorama puede parecer un poco pesimista al respecto, pero las conexiones que falta consolidar pueden ser incontables, esto a razón de que estructuralmente el funcionamiento político, social y económico de nuestra especie, no cuenta aún con los elementos suficientes para poder hacerle frente conjuntamente a la urgencia planetaria, pues, aunque es un debate que cuenta con mucha fuerza hoy en distintos espacios, el mismo carácter totalizante y hegemónico de los discursos dominantes, nubla el campo de posibilidad y de acción a estos nuevos modos de ser y de existir. Sin embargo, esto no quiere decir que no existan caminos y alternativas al declive de nuestro planeta, pues, existen medidas más sostenibles a las que se puede recurrir y con las que, en términos más coloquiales, se puede negociar con el fin de hacer el menor daño posible.
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